Buenos días cuarto grado!! Buena semana para todos!!😊
Esta semana comenzaremos a trabajar con “Cuentos de la selva” de Horacio Quiroga (
Cuadernillo 4 de Continuemos estudiando)
Las narraciones con animales han cautivado a los públicos de todos los tiempos y todas las edades. En "Cuentos de la selva", el escritor uruguayo Horacio Quiroga nos abre la puerta a la inconmensurable naturaleza de la selva misionera. Sus protagonistas, animales y hombres, atraviesan historias de humor y tragedia en un escenario de hermosos paisajes. Te invitamos a disfrutar uno de esos cuentos: “Las medias de los flamencos”.
Horacio Quiroga pintó con letras los paisajes verdes y colorados de Misiones y le dio la palabra a su fauna para apropiarse de un mundo y hacer aflorar las emociones y pasiones humanas más básicas y profundas. A través de "Cuentos de la selva", recorremos esa naturaleza preguntándonos por su relación con el hombre, experimentando el peligro, el conflicto de intereses, la brutalidad y la ternura, con pinceladas de humor.
Leé el cuento “Las medias de los flamencos”. Recordá que podés
hacerlo solo, o pedir a alguien de tu familia que te lea, luego intercambia
opiniones con quien te acompañe.
Te dejamos el audio para que escuches esta bonita historia
donde animales de la selva hablan, sienten, mienten y burlan...
https://cdn.continuemosestudiando.abc.gob.ar/uploads/06983c5c-6191-4f5f-91a3-a8076259ab2d.mp3
O podés escuchar la historia en este video:
https://cdn.continuemosestudiando.abc.gob.ar/uploads/79efb98e-6d33-4750-b70d-a3b363d3e527.mp4
Después de escucharlo una vez, volvé a hacerlo y tratá de
seguir el texto con la vista.
Las
medias de los flamencos
Cierta vez las víboras dieron un gran baile. Invitaron a las
ranas y a los sapos, a los flamencos, y a los yacarés y a los peces. Los peces,
como no caminan, no pudieron bailar; pero siendo el baile a la orilla del río,
los peces estaban asomados a la arena, y aplaudían con la cola.
Los yacarés, para adornarse bien, se habían puesto en el
pescuezo un collar de plátanos, y fumaban cigarros paraguayos. Los sapos se
habían pegado escamas de peces en todo el cuerpo, y caminaban meneándose, como
si nadaran. Y cada vez que pasaban muy serios por la orilla del río, los peces
les gritaban haciéndoles burla.
Las ranas se habían perfumado todo el cuerpo, y caminaban en
dos pies. Además, cada una llevaba colgada, como un farolito, una luciérnaga
que se balanceaba.
Pero las que estaban hermosísimas eran las víboras. Todas,
sin excepción, estaban vestidas con traje de bailarina, del mismo color de cada
víbora. Las víboras coloradas llevaban una pollerita de tul colorado; las
verdes, una de tul verde; las amarillas, otra de tul amarillo; y las yararás,
una pollerita de tul gris pintada con rayas de polvo de ladrillo y ceniza,
porque así es el color de las yararás.
Y las más espléndidas de todas eran las víboras de coral,
que estaban vestidas con larguísimas gasas rojas, y negras, y bailaban como
serpentinas. Cuando las víboras danzaban y daban vueltas apoyadas en la punta
de la cola, todos los invitados aplaudían como locos.
Sólo los flamencos, que entonces tenían las patas blancas, y
tienen ahora como antes la nariz muy gruesa y torcida, sólo los flamencos
estaban tristes, porque como tienen muy poca inteligencia, no habían sabido
cómo adornarse. Envidiaban el traje de todos, y sobre todo el de las víboras de
coral. Cada vez que una víbora pasaba por delante de ellos, coqueteando y
haciendo ondular las gasas de serpentinas, los flamencos se morían de envidia.
Un flamenco dijo entonces:
–Yo sé lo que vamos a hacer. Vamos a ponernos medias
coloradas, blancas y negras, y las víboras de coral se van a enamorar de nosotros.
Y levantando todos juntos el vuelo, cruzaron el río y fueron
a golpear en un almacén del pueblo.
–¡Tan-tan! –pegaron con las patas.
–¿Quién es? –respondió el almacenero.
–Somos los flamencos. ¿Tiene medias coloradas, blancas y
negras?
–No, no hay –contestó el almacenero–. ¿Están locos? En
ninguna parte van a encontrar medias así.
Los flamencos fueron entonces a otro almacén.
–¡Tan-tan! ¿Tiene medias coloradas, blancas y negras?
El almacenero contestó:
– ¿Cómo dice? ¿Coloradas, blancas y negras? No hay medias
así en ninguna parte. Ustedes están locos. ¿Quiénes son?
–Somos los flamencos –respondieron ellos.
Y el hombre dijo:
–Entonces son con seguridad flamencos locos.
Fueron a otro almacén.
–¡Tan-tan! ¿Tiene medias coloradas, blancas y negras?
El almacenero gritó:
–¿De qué color? ¿Coloradas, blancas y negras? Solamente a
pájaros narigudos como ustedes se les ocurre pedir medias así. ¡Váyanse en
seguida!
Y el hombre los echó con la escoba. Los flamencos
recorrieron así todos los almacenes, y de todas partes los echaban por locos.
Entonces un tatú, que había ido a tomar agua al río se quiso
burlar de los flamencos y les dijo, haciéndoles un gran saludo:
–¡Buenas noches, señores flamencos! Yo sé lo que ustedes
buscan. No van a encontrar medias así en ningún almacén. Tal vez haya en Buenos
Aires, pero tendrán que pedirlas por encomienda postal. Mi cuñada, la lechuza,
tiene medias así. Pídanselas, y ella les va a dar las medias coloradas, blancas
y negras.
Los flamencos le dieron las gracias, y se fueron volando a
la cueva de la lechuza. Y le dijeron:
–¡Buenas noches, lechuza! Venimos a pedirte las medias
coloradas, blancas y negras. Hoy es el gran baile de las víboras, y si nos
ponemos esas medias, las víboras de coral se van a enamorar de nosotros.
–¡Con mucho gusto! –respondió la lechuza–. Esperen un
segundo, y vuelvo enseguida.
Y echando a volar, dejó solos a los flamencos; y al rato
volvió con las medias. Pero no eran medias, sino cueros de víboras de coral,
lindísimos cueros recién sacados a las víboras que la lechuza había cazado
–Aquí están las medias –les dijo la lechuza–. No se
preocupen de nada, sino de una sola cosa: bailen toda la noche, bailen sin
parar un momento, bailen de costado, de cabeza, como ustedes quieran; pero no
paren un momento, porque en vez de bailar van entonces a llorar.
Pero los flamencos, como son tan tontos, no comprendían bien
qué gran peligro había para ellos en eso, y locos de alegría se pusieron los
cueros de las víboras como medias, metiendo las patas dentro de los cueros, que
eran como tubos. Y muy contentos se fueron volando al baile.
Cuando vieron a los flamencos con sus hermosísimas medias,
todos les tuvieron envidia. Las víboras querían bailar con ellos únicamente, y
como los flamencos no dejaban un instante de mover las patas, las víboras no
podían ver bien de qué estaban hechas aquellas preciosas medias.
Pero poco a poco, sin embargo, las víboras comenzaron a
desconfiar. Cuando los flamencos pasaban bailando al lado de ellas, se
agachaban hasta el suelo para ver bien. Las víboras de coral, sobre todo, estaban
muy inquietas. No apartaban la vista de las medias, y se agachaban también
tratando de tocar con la lengua las patas de los flamencos, porque la lengua de
la víbora es como la mano de las personas. Pero los flamencos bailaban y
bailaban sin cesar, aunque estaban cansadísimos y ya no podían más.
Las víboras de coral, que conocieron esto, pidieron en
seguida a las ranas sus farolitos, que eran bichitos de luz, y esperaron todas
juntas a que los flamencos se cayeran de cansados. Efectivamente, un minuto después,
un flamenco, que ya no podía más, tropezó con un yacaré, se tambaleó y cayó de
costado. En seguida las víboras de coral corrieron con sus farolitos y
alumbraron bien las patas del flamenco. Y vieron qué eran aquellas medias, y
lanzaron un silbido que se oyó desde la otra orilla del Paraná.
–¡No son medias! –gritaron las víboras–. ¡Sabemos lo que es!
¡Nos han engañado! ¡Los flamencos han matado a nuestras hermanas y se han
puesto sus cueros como medias! ¡Las medias que tienen son de víboras de coral!
Al oír esto, los flamencos, llenos de miedo porque estaban
descubiertos, quisieron volar; pero estaban tan cansados que no pudieron
levantar una sola pata.
Entonces las víboras de coral se lanzaron sobre ellos, y
enroscándose en sus patas les deshicieron a mordiscones las medias. Les
arrancaron las medias a pedazos, enfurecidas y les mordían también las patas,
para que murieran.
Los flamencos, locos de dolor, saltaban de un lado para otro
sin que las víboras de coral se desenroscaran de sus patas, hasta que al fin,
viendo que ya no quedaba un solo pedazo de medias, las víboras los dejaron
libres, cansadas y arreglándose las gasas de sus trajes de baile. Además, las
víboras de coral estaban seguras de que los flamencos iban a morir, porque la
mitad, por lo menos, de las víboras de coral que los habían mordido eran
venenosas.
Pero los flamencos no murieron. Corrieron a echarse al agua,
sintiendo un grandísimo dolor y sus patas, que eran blancas, estaban entonces
coloradas por el veneno de las víboras. Pasaron días y días, y siempre sentían
terrible ardor en las patas, y las tenían siempre de color de sangre, porque
estaban envenenadas.
Hace de esto muchísimo tiempo. Y ahora todavía están los
flamencos casi todo el día con sus patas coloradas metidas en el agua, tratando
de calmar el ardor que sienten en ellas. A veces se apartan de la orilla, y dan
unos pasos por tierra, para ver cómo se hallan. Pero los dolores del veneno
vuelven enseguida, y corren a meterse en el agua. A veces el ardor que sienten
es tan grande, que encogen una pata y quedan así horas enteras, porque no
pueden estirarla.
Esta es la historia de los flamencos, que antes tenían las
patas blancas y ahora las tienen coloradas. Todos los peces saben por qué es, y
se burlan de ellos. Pero los flamencos, mientras se curan en el agua, no
pierden ocasión de vengarse, comiéndose a cuanto pececito se acerca demasiado a
burlarse de ellos.
No es necesario copiar las consignas , al responder recuerda: Comenzar
con mayúscula , revisar al escribir la
ortografía y que se comprenda lo que quieres decir, releer siempre lo que
escribes.
En la
carpeta:
Las medias de los flamencos de Horacio Quiroga 19/10/2020
Luego de leer y
comentar el cuento con un adulto, responde:
1. Los flamencos de este cuento son bastante especiales. ¿Por qué salieron a buscar medias coloradas, blancas y negras?
2. Al final del cuento dice:
“Esta es la historia de los flamencos, que antes tenían las patas blancas y ahora las tienen coloradas. Todos los peces saben por qué es, y se burlan de ellos.” ¿Qué es lo que saben los peces?
3.El narrador explica que las medias de los flamencos eran “hermosísimas”. ¿Creés que eran tan hermosas?
4. Finalmente… ¿cómo lograron los flamencos salvar sus vidas.
5.Envíame
un audio de un párrafo que te haya gustado. (Recuerda, un párrafo termina en un
punto y aparte.)