¡Hola familias de tercero! Espero que estén muy muy bien!
En esta semana tan bella vamos a continuar trabajando con la investigación sonora, pero esta vez también vamos a agregar la voz, buscando usarla expresivamente en una pequeña narración.
ACTIVIDADES:
1) Buscar un lugar muy cómodo y allí escuchar
el cuento que les cuento: "¿Quien se sentó sobre mi dedo?", de Laura Devetach.
CLICK AQUI PARA ESCUCHAR EL CUENTO
2) Elegir un fragmento chiquitito del cuento y narrarlo como si fueran alguno de los dos personajes o tal vez otro que estaba en el campo y vió la situación. Presten mucha atención a las voces que pueden hacer.
Agregándole, mientras lo narran, sonidos que pueden
ser producidos con la voz, con el cuerpo o con objetos.
Por ejemplo:
"Una tarde me acosté a dormir la siesta (sonido de ronquido) y entonces, escuché un grito fuertísimo que venia de dentro del árbol, y decia ("quien se sentó sobre mi dedo?!!!…”, ¡qué susto espantoso! palpé abajo mío (sonido de mano contra algo blando) y sentí el dedo gigante que allí estaba (sonido de susto ahhhhh)"
3) Escuchar "El mamboretá" que nos cuenta otra historia en la que los protagonistas también son los animales.
QUIEN SE SENTÓ SOBRE MI DEDO
Autora: Laura Devetach
La
siesta zumbaba y el campo era todo de sol. Las langostas hacían tic, tic y las
flores del aromo se
balanceaban en el aire con un tonito de arrorró.
El conejo andaba por el campo
con los ojos entornados, sintiendo que el sueño de la siesta se le enroscaba en
la cabeza como si fuera una capucha.
Medio dormido, llegó hasta la
sombra de un árbol que tenía un agujero en la base.
- ¡Esto es para mí! -dijo
mirando casi con la nariz para no abrir más los ojos-. Podré dormir una
siestiiita."
Exploró un poco el agujero para
ver donde terminaba y vio que subía, subía, subía a lo alto del árbol como una
chimenea. Y por la otra punta, se veía el cielo.
Y como eso le gustó mucho, se
tumbó para dormir ahí nomás, medio adentro, medio afuera, y se puso a soñar
sueños de conejos, que son suaves, saltarines y, a veces de color zanahoria.
Y las chicharras hacían ronrón.
Y las abejas hacían ronrón.
Y el conejo hacía ronrón.
Y el campo entero ronroneaba
como un gato al sol.
Desde cerquita nomás, llegó el
compadre puma con los ojos entornados y la cola medio dormida. Cuando vio la
fresca sombra del árbol bostezó y se desperezó muy contento diciendo:
- Juuum,
jeeeem, jeeeem, prrrr, prrrr.
Se rascó un poquito la panza y
cayó dormido, con tanta puntería, que fue a tapar el hueco donde estaba el
conejo.
Y las chicharras hacían ronrón.
Y las abejas hacían ronrón.
Pero el conejo, no. Porque eso
de estar en el hueco de un árbol tapado por un puma, no le hacía gracia.
Medio ahogado y con
pelos de puma en el hocico, el conejo pensaba cómo salir de allí.
No se animaba a mover ni los
ojos, ni la cola, ni a patita. Y ya estaba quieto pensando en cómo sería
convertirse en un conejo quieto quieto para toda la vida, cuando ¡plup! salió
la idea.
Estiró el
hocico y con la voz más gruesa que puede tener un conejo gritó, mirando hacia
arriba por el hueco del árbol:
- ¡Quién
se sentó sobre mi dedoooo!
El grito salió por la parte de
arriba del árbol, espantó a los pájaros, y rompió toda la siesta. El puma paró
la oreja muy preocupado, creyendo quién sabe qué.
- ¡quiéeeeeeeeen!
– volvió a gritar el conejo.
Haciéndose el disimulado, el
puma empezó a palpar debajo suyo hasta que encontró la panza del conejo,
redondita y caliente y dijo:
- ¡Pa-pasto
seco…! ¡Si esto es un dedo, como será la mano!
Y haciéndose el que no pasaba
nada, salió a los saltitos hasta que desapareció como un relámpago entre los
pastos.
El conejo tomó un
poco de aire, hizo callar al tamborcito de su corazón y se volvió a tumbar en
el hueco del árbol para soñar sueños de conejos, que son suaves, saltarines y,
a veces, de color zanahoria.